20 feb 2009

"¡Bitch-jazz!", gritaron los puristas

Comuneros:
Como pretexto para que conocieran unas de mis filias: el jazz, me di a la tarea de indagar las raíces de una de las creaciones más zarandeadas y vapuleadas (como otras más) de mi queridísimo Miles Davis: Bitches Brew. Este músico compulsivamente innovador comenzó a ser el escarnio de la crítica especializada debido a sus impulsos de experimentar conforme el tiempo lo apremiara. Del jazz rítmico, brillante y hasta melancólico (a veces chintinosón), con trompeta en mano (no es albur), Miles tanteó las nuevas tendencias a partir de finales de los sesentas (qué época sonora más liberal que la que arrancó en estos años) para realizar el material en cuestión, resultado de una mezcla de rock, jazz y funk, con el instrumento dominado en su más agudo y estrepitoso sonido. Sí, psicodelicón.
Se habla de que, en base al apapacho de él hacia su público afroamericano, ávido de jazz, también quiso darle gusto a los cara pálida que alababan a maestros como el negrazo Hendrix, y ansiosos de la improvisación.
A diferencia de Charlie 'Bird' Parker, que renegaba del género, Davis le dio crédito al rock como aportación para los nuevos sonidos, soportados en instrumentaciones eléctricas ejecutadas por jóvenes colaboradores que comenzaron en el rock jazz (en ese entonces, pues ahora ya están medio ruquines; John McLaughin es uno de ellos), como pianos y bajos 'sintéticos' que los 'casticistas' repudiaron. Pero todo es cultura, señores, con toda la radicalidad free que esto significó en aquel tiempo.

La verdad, el free jazz no es mi fuerte. Prefiero al sutil y sincopado Miles (pero también osado) con Someday My Prince Will Come (efectivamente, uno de los temas de Blanca Nieves) y Kind of Blue y su "So What" (qué buena referencia para demostrar que en un futuro haría lo que se le hincharan... las ganas). Sin embargo –reitero–, debí tomar como punto de partida el material primeramente mencionado e influenciado por el motivo de este blog para poder expulsar mi gran admiración por el músico estadounidense, quien vivió 65 años y murió exactamente cuando yo celebraba mi cumpleaños número 17. Y yo ni me enteré... Es que no tenía oídos más que para Queen y la caricia hecha música de mi languidazo y protagonista de mis mil y un sueños Brian May.
Les dejo "Seven Steps to Heaven", de mis favoritas, porque no creo que quieran reventarse los casi 14 minutos de "Bitches Brew", ¿verdad?
Escuchad.

PD: Y éntrenle a Retro Vil, autoría de Moxo, que está bien bueno.

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